El caso es que ayer viví uno de esos momentos históricos que recordaré el resto de mis días si mis maltrechas neuronas lo permiten.
Día 30 de mayo en Barcelona. Segunda jornada de festival Primavera Sound. Pasadas las 10 de la noche el escenario del Auditorio Forum se queda a oscuras y una proyección va creando una enorme P sobre el fondo. Las mas de 3000 personas que llevan horas haciendo cola en la puerta enloquecen. Aplausos, gritos, silbidos, aullidos. Unas sombras caminan por el escenario hasta que ocupan sus lugares y un ruido sordo de percusión comienza. Los gritos arrecian mientras se ilumina tenuemente a los músicos. En el centro, pequeña, vestida de negro riguroso, como sus compañeros, con el pelo cubriéndole la cara, Beth Gibbons, la Voz. Comienza el concierto íntimo de PORTISHEAD.
El día anterior habían actuado en el escenario principal ante mas de 15 mil personas, pero por deseo propio querían acabar su minigira de presentación del nuevo disco "Thrid" (el primero que graban en diez años) con un concierto dentro del Auditorio, obra de Herzog y De Meuron.
Give me a reason to love you,
Give me a reason to be
A woman,
I just wanna be a woman.
Una tras otra van mezclando de manera fluida canciones de sus tres discos, temas que la mayoría de los presentes nos sabemos, pero que nadie tararea para no interrumpir el clima que Portishead han conseguido en la gran sala.
Escuchamos en silencio, algunos mueven la cabeza siguiendo el ritmo o levantan los brazos. En ocasiones aplauden y gritan tras alguna de las muchas demostraciones vocales de la Gibbons.
El ambiente es perfecto. El sonido limpio, puro, la percusión es nítida y potente, los riffs de guitarra, los scratch, las mezclas, todo es perfecto, y Beth Gibbons con sus gintonics, canta como los ángeles o los demonios, según convenga.
Yo he venido con Yaiza. Los dos con acreditación, por lo que nos hemos evitado las colas. No voy a hacer fotos porque las hice en el concierto del día anterior, pero aún así no me resisto a tener alguna imagen de este histórico momento. Portishead han vuelto y yo estoy aquí!
Con algunos temas los pelos se me ponen como escarpias, con otros me quiero levantar del asiento para bailar. Con Roads me emociono y los ojos se me humedecen.
Todo está hilado, fluido, como si los diez años pasados entre unos temas y otros no fuesen mas que algunos días. Canciones distintas, estilos distintos, pero un sólo sonido: Portishead.
En el tema final, una tremenda explosión de ruido, como la traca final de una mascletá, Pepo, un amigo del grupo Grande-Marlaska, salta al escenario a bailar y enseguida lo echan, pero La Gibbons invita entonces a todos a subir y se produce una increíble invasión de gente bailando mientras en las butacas la gente grita, silba, salta y sonríe.
La música se apaga poco a poco y los Portishead son aclamados como si fueran el mesías. En las butacas la sensación de placer y emoción es total.
Al salir la opinión es mayoritaria: "El mejor concierto de mi vida". Y muchos de los que lo dicen han vivido cientos de conciertos. Para mi lo ha sido. Para Yaiza, también.
Me quedo con el titular de mi compañero Rafa Quilez: Portishead: La Música